La dificultad de las comunicaciones internas debido a ataques de indígenas y negros aislaron aun más las villas españolas, que fueron abandonadas casi en su totalidad. La rebelión de Enriquillo inicia una era de comunidades cimarronas en América. Siendo la única vía de supervivencia y libertad, fue rápidamente adoptada por el esclavo africano desde su llegada al nuevo mundo, constituyendo la base para la formación de una sociedad neo-africana contrapuesta a la de las plantaciones de tipo europeo, “todo mezclado” en un suelo americano.
La significación concreta del termino cimarrón equivale a, “silvestre”, “selvático” o “salvaje” aplicado a las plantas no cultivadas, a “huido”, “alzado” o “bravo” aplicado a los animales domésticos que se tornaban montaraces, y también a los hombres, indios primero y negros después, que se alzaban y en desesperada fuga buscaban libertad lejos del dominio del amo”.6
La primera rebelión de esclavos africanos tuvo a lugar en el ingenio de Diego Colón y Melchor de Castro en 1522. De aquí en adelante, aunque se utilizaron muchos métodos y castigos para evitarlas, las cimarronadas resultarían en gran medida incontrolables.
Existieron dos tipos de cimarrones: los nómadas que vagaban por los montes periféricos a las plantaciones, hurtando lo que podían y alimentándose de las vacas y cerdos salvajes, y los cimarrones organizados en grupos sedentarios que habitaban en los palenques o manieles, pequeñas aldeas construidas en lugares poco accesibles con ciertos sistemas de defensa como trampas y empalizadas, y con los correspondientes conucos para abastecer su consumo.
Desde un principio los indígenas y africanos realizaron un intercambio cultural muy especial, ya que el africano trataría de reestructurar sus confundidos rasgos culturales bajo el idioma y la religión del amo blanco, pero contando con las indicaciones indígenas en cuanto a la alimentación y supervivencia en el nuevo hábitat. Como explica el Profesor Juan Bosh, los negros e indígenas se entendieron perfectamente puesto que, “ambos tenían una conciencia social de tribu y un nivel cultural muy parecido... eran cazadores, agricultores en terrenos comunes, pescadores; sus religiones eran animistas; sus experiencias acerca del hombre blanco eran parecidas... a los hijos de las dos razas se les llamaba zambos y se les trataba como esclavos”.7
De manera que en los primeros palenques, negros africanos, indígenas y zambos sobrevivían en condiciones muy básicas; siempre al acecho de las cuadrillas de españoles que se organizaban cada cierto tiempo para cazarles, cultivando la yuca, comiendo casabe y cargando agua en higueros al igual que los pobladores nativos. Fue igualmente en los palenques donde pudo darse con libertad el intento re reestructuración de las culturas africanas, con sus elementos aislados, fragmentados y vueltos a reunir en nuevas creencias y dioses, de donde surgen sacerdotes y adivinos, fundidos con los santos católicos y sus festividades en obligado sincretismo.
De las diversas manifestaciones, la religión ocupo el lugar preponderante, entre los cimarrones y los negros de la plantación se mantuvo una red clandestina de complicidad ritual entremezclando las representaciones y dogmas del catolicismo con la de los cultos yoruba, fon, ashanti, bantús, etc.
Como bien destaca René Depestre, “gracias a la facultad de la memoria colectiva y la imaginaria, pudieron inventar nuevas reglas de vida en sociedad que reestructuraban su personalidad...desde los métodos de trabajo agrícolas hasta las normas del matrimonio y familia, desde la religión hasta el folklore, desde el lenguaje hasta los modos culinarios y de alimentación, desde el ritual funerario hasta la expresión corporal en las tradiciones matrices de la danza y el coito, desde la magia hasta la farmacopea popular, desde la música hasta la literatura oral y los juegos de sociedad, desde la forma de cargar a los niños hasta los peinados de las mujeres, desde la mitología hasta la resistencia armada'.8
Y muy intensa resultó la resistencia armada de los cimarrones, pues estos fundían y forjaban sus cuchillos, lanzas y espadas de metal robado a los españoles, con lo que provocaban considerables bajas a las cuadrillas de rancheadores o perseguidores de esclavos.
Las bandas de cimarrones dedicadas al pillaje constituyeron una gran amenaza para los vecinos y autoridades coloniales, quienes llegaron a temer la posibilidad de un alzamiento general de negros en los alrededores de 1540. Las cuadrillas de españoles eran enviadas a destruir bandas y manieles una o dos veces al año, lo que afectaba directamente a las finanzas públicas, y aunque se aplicaban severos castigos, nuevos grupos de esclavos se alzaban constantemente.
La Corona designo como gobernador y presidente de Real Audiencia a Alonzo López de Cerrato con instrucciones precisas de resolver el problema de las cimarronadas. Cerrato organizó una fuerte campaña anticimarrona que entre 1543 y 1546 logró eliminar a los principales jefes de bandas como Diego de Ocampo, Diego Guzmán, Juan Vaquero, “que trajo en su compañía más de mil negros con lanzas y adargas”,9 y que culmino con la muerte del jefe Lemba en 1548. La situación se logro controlar bastante y las cimarronadas tomaron entonces un carácter menos violento, pero los alzamientos y manieles continuaron siendo una constante a través de todo el periodo colonial.
Tomado de Historia de Santo Domingo.
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